1994. El siguiente es un relato que aplica a cualquier galpón, escuela o grupo que haya participado en la construcción de una carroza. Simplemente excelente.
Ahí están, en el galpón. Jean con engrudo, camisa afuera, pelo atado en una cola, manos sucias, música estridente, movimiento, poca charla. Son ellos, los estudiantes, los de la ENET 1 y las chicas de la Mitre que hacen su carroza. Entramos a ese galpón, que les costó tanto conseguir y mas pagar, y el asombro, como todo los años, desde que mis hijas eran adolescentes, como ahora que voy a mirar la carroza de mi nieta, se repite.
Ellos, los muchachos, son genios. Realmente nos resulta asombroso ver el bosquejo, sucio, arrugado, que me extienden sobre el piso del acoplado, "y por ahí hay un túnel, y viene el tren que pasa por abajo de este árbol" Y las abejas se mueven y miramos el acoplado y sólo vemos armazones y soldadores trabajando sin prestarnos atención, "estas son las flores, fíjese, mueven los pétalos..."
Y uno intenta imaginar, porque tiene un boceto a la vista, pero se pregunta cómo estos mismos muchachos que nos parecen a veces irresponsables, que no cumplen, que nada terminan, están ahi, artifices de una fenomenal obra soldando fierrito por fierrito, atando alambre por alambre, mientras las chicas introducen sus manos en palanganas de engrudo (que le echan limón para evitar el olor) y pincelean el papel de diario, en pedacitos, que prolijamente colocan sobre los armazones para recubrirlas. Porque arriba de todo esto irán los millones de flores que las chicas de Mitre hicieron, y segun cuentan, hasta en el hotel donde se alojaron en Bariloche porque no podían perder un minuto. Cajas, cajas y mas cajas encimadas en un living que parece un depósito, que la madre ha consentido, saben de la labor femenina. Y ahí están las de primer año, de segundo,no importa de cual, la carroza tiene que estar, ser la mas bella, es la carroza de su colegio, es.. el sueño de cinco años.
Ya no saben lo que es dormir, mañana, tarde y noche en su "habitat" que es el galpón, con mate, sin termo, con galletitas o sin ellas, con papel de diario por todo el suelo, que de vez encuando barren porque ya no ven ni el piso. Están afuera, adentro del galpón, con frío, sin frío, pero mas puntual que la asistencia a la escuela "de eso no se habla", por favor, si ya faltan pocos días y recién la carroza está viendo sus flores tapando el puente, el árbol, las abejas. Y despues, seguro, cuando esté armada empieza el sistema eléctrico. ¿Y si no funciona? ¿Y si cuando van abajo del acoplado moviendo las miles de vueltas que tiene, se atasca ?... ni pensarlo, por favor no lo piense.. Caminamos entre ellos y sus herramientas, convertidos en ingenieros electrotécnicos. Pienso que también estan sorprendidos de haber podido concretar el bosquejo.
Mientras los miraba trabajar, cada uno en lo suyo, intentaba adivinar, como vieja romántica, si habrían surgido amores de esta convivencia artística... pero no pude ubicar un solo gesto que fuera algo más que compañerismo.
Sin embargo eran estudiantes, eran tan jóvenes como lo fui yo, como lo fueron mis hijas. Nunca olvidaré una madrugada de su época de estudiantes.
Sentimos la puerta de calle y llantos, gritos diría. Saltamos de la cama asustados. ¿Que pasaba? Dios, una chispa de una soldada había incendiado integramente la carroza, la amada y fantástica carroza de la escuela Normal. ¿Cuánto tiempo hace ? ¿veinte años ?...Me parece que fue ayer. El padre se levantó a consolarlas y ahí nomás partió con ellas a ver qué se podía hacer..
En un gesto único, todos los colegios donaron cajas de flores de su "capital" para que la escuela Normal pudiera desfilar. Y en unas horas concretaron lo que les había llevado meses hacer. Si mal no recuerdo creo que ese año, el de la quema terrible, fue la misma escuela la que obtuvo el premio.
Realmente creo que se los puede admirar. Aún con demoras terribles, cada año, en medio de miles dificultades logran salir a desfilar con su obra, producto del desorden ordenado, del amor apasionado, del orgullo para no fracasar.
Dios quiera no haga frío, porque pareciera que la primavera no quiere compartir la belleza de las niñas reinas y sus gasas flotantes y se convierte en el día mas desolador. Cierto es que el deseo de triunfar hace que no sientan ni el frío.
Cuando los vemos trabajar no podemos pensar que se pueden convertir en malhechores, o en drogadictos, pensamos lo mejor, porque el futuro así como ellos lo encaran, no permite que la mente imagine mas que una juventud bella, sana, con metas y esperanzas.
Por eso mismo, estudiantes, por esto que les digo es que los padres apoyan la carroza. Porque los envuelve, como un contento de que están haciendo algo hermoso, aunque no ganen premios. Porque están tranquilos de verlos en una obra que no sabe de descanso y sí de mucho compañerismo y empeño... Y les preparan el termo, les llevan comida o alguna torta y se afligen como ustedes pensando en una lluvia ¿que le pasará a la carroza de los pobres chicos ?...
De alguna manera los padres vuelven a vivir su juventud, aunque no haya sido la misma. Ningún padre ni madre deja de apoyar a su hijo en la carroza. Confían, en medio de tantos desaciertos que tiene la juventud, en estos días donde ya se siente el perfume a primavera, que nada malo pueden hacer porque han entregado a la carroza, todo.
Fuente: Notas Ciudadanas, escrita por Minguet, 21 setiembre de 1994, diario El Heraldo.